jueves, 13 de marzo de 2014

Epílogo

“Te prometo que nunca más te voy a hacer llorar”. Esas palabras, esas que me dijo Dani cuando volvió de Toulouse y que jamás voy a olvidar. Mintió. Nueve meses más tarde me hizo llorar al ver por primera vez la cara de la pequeña Danna. Lloré también cuando me llevó con los ojos tapados al que se acabó convirtiendo en nuestro hogar y cuando colocó en una de las estanterías el “álbum de desayunos” que había estado haciendo en secreto para regalármelo en nuestro primer aniversario. Recuerdo ese momento con tanta ternura que jamás lo voy a olvidar.
Ese día me desperté con besos, como cada mañana, y abrí los ojos sonriendo mientras buscaba su mirada cómplice. Ahí estaba, una mañana más como lo había estado los 365 días anteriores.
-Feliz aniversario, mi amor. –Me dio un beso más sonriendo y me destapó tirando rápidamente de la sábana. –Buenos días a ti también, pequeña. –Dijo mientras me acariciaba la tripa que crecía por momentos.
-¡Ay! ¡Que tengo frío! –Dije quejándome y encogiéndome al mismo tiempo.
-Discúlpenme, princesas, no era mi intención molestarlas.
-Tú nunca molestas. –Me acerqué como pude ya que la barriga no me permitía moverme mucho y él se acercó también para facilitarme el trabajo. Le besé y volvimos a sonreír. –Feliz aniversario. –Otro beso. –Te quiero.
-Voy a por el desayuno ¡No te muevas!
-No creo que pueda huir muy lejos con tantos kilos encima –Contesté bromeando justo antes de que desapareciera por la puerta. Minutos más tarde volvía con una bandeja repleta de pasteles y un paquete bajo el brazo. –¿Qué traes ahí?
-Tu regalo
-¡Dámelo! ¡¡Quiero abrirlo ya!!
-No, primero tienes que desayunar
-¡¡No, primero mi regalo!! –Y como no pudo ser de otra forma, le acabé convenciendo.
-Con cuidado, que se puede romper.
-¡Una cámara de fotos!
-Pero no es una cámara normal. Es una cámara que sólo capta momentos únicos como este. Dámela que la vamos a usar para nuestra foto de desayuno.
-¡Sí! Que con el móvil salen regular…
-¡Muerde! -“Muerde” era la palabra que Dani y yo decíamos en lugar de “patata”. Como nos hacíamos una foto desayunando cada mañana, empezó siendo una broma para ese momento y acabó siendo nuestra clave para sonreír. –Pero a partir de hoy, con nosotros va a desayunar también la pequeña. –Justo entonces levantó mi camiseta, se agachó para besar mi tripa y pulsó el disparador. Casi me da algo cuando vi salir la foto impresa por la parte inferior.
-¡Es instantánea! ¿A ver? –Dije alargando el brazo para ver la foto.
-Paciencia. –Se estiró sobre la cama, sacó la cabeza por el lado y justo de debajo de donde estábamos nosotros, sacó el álbum.
-¿Y esto?
-La otra parte del regalo. –Me lo dio junto a la foto, se volvió a sentar a mi lado y me besó en la sien. –Haz tú los honores. –Cuando lo abrí no me lo podía creer. Había estado guardando todas y cada una de las fotos de desayunos que nos habíamos hecho durante todos estos días e incluso había ido poniendo anotaciones de lo mucho que me quería y lo guapa que me levantaba cada mañana, o al menos eso decía él. Vimos el álbum entero recordando momentos ocurridos durante este año y finalmente llegamos a la última; la última hasta ese momento porque ahora me tocaba a mí pegar la foto de nuestro aniversario con los ojos ya humedecidos intentando contener unas lágrimas que más pronto que tarde acabarían cayendo.
Así fue la celebración de nuestro primer año como pareja, pero Dani tiene esa capacidad de volver a sorprenderme cada vez que se lo propone. Cuando termino de hacer mi sección en El Hormiguero  casi siempre me encuentro en mi camerino un ramo de flores acompañado de una nota suya con una pista para saber en qué lugar de Madrid está esperándome, cuál será el próximo viaje que nos tiene preparado o cualquier locura absurda que sólo él pueda imaginar.
Recuerdo la primera vez que dejó a Danna en casa de Flo sin decirme nada para que pudiéramos relajarnos después de tantos meses sin estar a solas y casi me da algo. Me volví a subir al coche y conduje hasta donde estaba mi niña sin ni siquiera dirigirle la palabra a Dani en todo el camino y al final Flo me hizo ver que no podía pretender tener a mi hija siempre a mi lado. Guardo esa noche en mi memoria con muchísimo cariño porque después de esa charla, cambiamos de tema una y otra vez hasta llegar a la idea del que sería nuestro próximo programa juntos. Eran las cinco menos cuarto de la mañana cuando empezamos a llamar a cada miembro del equipo ilusionadísimos con este nuevo proyecto y a pesar de algunas quejas por la hora, todos aceptaron sin que nos diera tiempo a contarles la idea. Supongo que esa es la esencia de las familias, confiar en todos con los ojos cerrados sin miedo a caer porque sabes que juntos nada malo puede pasar.
 Hoy, la tontaca más pequeña del equipo cumple tres añitos y nos ha pedido ir a jugar con papá y mamá a la tele. Yo estoy muy nerviosa porque aunque no vaya a salir en pantalla, me hace mucha ilusión que quiera conocer el trabajo de sus padres y quién sabe si tenemos delante a una futura presentadora.
Mientras la peino, Dani se acerca grabándonos con la cámara y enseguida Danna quiere a ponerse a jugar con él.
-Espérate un momento que todavía no he terminado.
-Hazle caso a mamá que hoy está más nerviosa de lo normal –Dice enfocándome con la cámara.
-Anda, no me grabes que ni siquiera me ha dado tiempo a maquillarme. –Digo un poco molesta porque en lugar de ayudarme se pone a jugar con la niña.
-¿Yo estoy guapa, papá?
-Tan guapa como tu madre, lo que pasa es que a ella le gusta que se lo digan y por eso siempre se queja de que está fea. Una vez le dieron un premio por ser la más guapa del universo ¿Sabes?
-¡Quién se acuerda ya de eso! –Contesto intentando restarle importancia.
-Yo me acuerdo. –Le sonrío y veo que me mira con esos ojos de enamorado mientras me sonríe también y hace que cualquier presión se venga abajo y me recargue de energía para el resto del día.
-Tú no te desanimes, que algún día te lo darán a ti. –Digo bromeando y le beso.
-A mí ya me has dado el mejor premio que podría imaginar y te aseguro que lo voy a cuidar siempre.
-¿Me das un abrazo? –Digo poniendo cara de niña pequeña.
-Yo no… ¡Te lo vamos a dar los dos! –Coge a Danna por la cintura y se lanza con ella sobre mí. –¡Abrazo a mamá!
-¡¡¡ABRAZO A MAMÁ!!! –Grita también Danna a la que le encantan estos momentos.

-¡Noo! ¡Dejadme escapar! –Grito intentando huir del ataque de cosquillas que sé que llegara pronto. –¡Al final vamos a llegar tarde como siempre! ¡Danna, cariño, sálvame de tu padre! –Y al contrario de lo que yo pensaba, se pone de su parte empieza a hacerme cosquillas también. Definitivamente, volveremos a llegar tarde un día más.

sábado, 22 de febrero de 2014

Capítulo 59. Cuál.

Está pasando. Va a terminar de vestirse y se va a ir. Por fin va a terminar toda esta historia. Es lo que yo quería ¿No? ¿Es lo que yo quería? ¿Entonces por qué me duele tanto el pecho? ¿Por qué siento como si me estuviera rompiendo por dentro mientras veo cómo se viste enfadado? Es absurdo que me siga mintiendo a mí misma, que intente fingir que ya no siento nada por él. Es absurdo pensar que seré capaz de vivir el resto de mi vida sin esa sonrisa ¡Quédate, Dani! ¡Quédate! Mi mente grita con todas sus fuerzas, pero no soy capaz de decir ni una sola palabra. No puedo decirle ahora que se quede, seguir volviéndole loco. No soy yo la única que tiene que opinar en esta relación y creo que ya le he mareado bastante. Le pierdo. Le estoy perdiendo y no puedo hacer nada, sólo ver  cómo se pone los pantalones con rabia, cómo ni siquiera me dirige la mirada. Se lo he hecho pasar muy mal y aún así viene, me besa y me pide perdón; y yo soy una tonta que no sabe valorar lo que ha tenido, no he sabido ver que podía perderle. Y ahora, justo ahora, veo cómo mi corazón se derrumba. Los dos nos queremos pero ninguno dice nada. No le culpo. No sería justo decir que él no lo ha puesto todo de su parte ¿Y yo? ¿He puesto todo de mi parte? Está claro que no. Siempre he sido la que ponía trabas, la que se enfadaba esperando que volviera a pedirme perdón, la que exigía compromiso sin esforzarme para que todo saliera bien. ¿Y ahora? ¿Y si es la última oportunidad de demostrar que es lo más importante en mi vida? Cojo aire para hablar, para pedirle que se quede a mi lado, pero justo cuando lo voy a hacer, me bloqueo y todo queda en un intento. Por su parte, Dani me ha escuchado inspirar y me ha mirado rápidamente, pero acto seguido sus ojos se han convertido en rabia, o quizás en decepción porque no he tenido el valor de hacerlo. Porque una vez más, soy yo la cobarde y es él quien se tira al precipicio sin cuerda y con los ojos cerrados.
-¡Dani! –Digo mientras me acerco a él poniéndome de rodillas sobre la cama justo antes de que se desaparezca por la puerta. Él se para en seco y me mira. Está esperando a que hable y sus ojos me suplican que lo haga. –No te vayas, por favor. – Mis ojos se humedecen pero consigo contener las lágrimas. Los segundos se me hacen eternos esperando su respuesta, pero no llega. Se lleva las manos a la nuca y suspira, pero no responde. –Te quiero. –Veo cómo se le empañan los ojos y se abalanza sobre mí para abrazarme. Yo le abrazo también con fuerza y aprieto los puños agarrando su camiseta para que no se separe nunca más de mí. –Te quiero mucho. –Digo justo cuando rompo a llorar.
-Yo a ti también, mi niña. –Sostiene mi cara con sus manos y me mira a los ojos sonriendo. –Y siempre será así. –Me da un beso y seca mis lágrimas como puede.
-¿Te ibas a ir? –Digo ya un poco más calmada.
-¿Tú qué crees? –Pregunta riéndose. Yo me encojo de hombros y agacho la mirada avergonzada. –Me habría encadenado al sofá si hubiera hecho falta.
-Qué tonto eres. –Sonrío y le vuelvo a abrazar.
-Dicen que el amor nos vuelve tontos ¿No? –Apoyo la mano en su mentón y le beso.
-Tontísimos. –Sonrío y suspiro. –Siento haberte dicho lo de antes.
-Anna, tenías razón en todo lo que has dicho. Debí haberte llamado o al menos haberte dicho que me iba.
-Nada de eso importa ya ¿Vale? –Le vuelvo a besar. –Pero prométeme que a partir de ahora cada vez que te vayas me vas a avisar con tiempo para hacerme a la idea.
-Te prometo que a partir de ahora cada vez que me vaya te llevaré conmigo de la mano.
-Me gusta más tu idea –Contesto riéndome. Se queda mirándome sin decir nada como tantas veces lo hacía en Otra movida y Tonterías las Justas. -¿Qué pasa? –No puedo evitar ruborizarme.
-Nada. –Contesta sin dejar de mirarme.
¿Entonces qué miras?
-A la mujer más bonita del universo.
-¡Pero si estoy súper despeinada! –Digo mientras intento recolocarme los pelos con las manos. –Y debo tener los ojos hinchadísimos.
-Estás preciosa, como siempre. –Dice mientras me agarra las manos para que deje de peinarme.
-¡He dicho “Ojos hinchados”! –Digo bromeando como si sólo valiera lo que yo diga.
-Pues ojos hinchados… pero preciosos.
-Se me ponen demasiado rojos cuando lloro. –Digo fingiendo tristeza.
-¡Ah! ¡Pues yo sé un remedio buenísimo para eso!
-¿Cuál?

-Pasar el resto de tu vida conmigo. Te prometo que nunca más te voy a hacer llorar.

martes, 18 de febrero de 2014

Ccapítulo 58. Como el agua.

Mientras espero a que me responda no puedo dejar de mirarle con los ojos cargados de ira. Es cierto que no supe darle su lugar en la relación, pero él desapareció así sin más y sin dejar que le diera explicaciones. –¡Vamos, responde! ¿Ahora qué? –Sin darme tiempo a reaccionar, sostiene mi cara con sus manos, me besa y siento como todos mis sentimientos vuelven a florecer. Como mi rabia desaparece, olvido por completo el daño que nos pudimos causar en el pasado y continúo el beso sin ni siquiera darme cuenta de que sigue lloviendo a mares. Caminamos hacia mi casa como podemos sin parar de besarnos ni un segundo salvo el momento en el que busco las llaves en mi bolso, pero Dani no pierde el tiempo y me sigue dando besos y pequeños mordiscos en el cuello. Consigo meter la llave en la cerradura sin dejar de mirarle a los ojos ni un segundo y justo antes de hacerla girar, me aprieta contra la pared y me coge en brazos rodeando su cadera con mis piernas.
Saborea mi boca y baja por el cuello hasta mi escote. Yo me dejo hacer hasta que termina de abrir la puerta y entramos. Seguimos besándonos como si fuéramos un huracán que arrasa con todo. No importa si nos tropezamos con algo, si chocamos con la pared, porque sólo queremos sentir el cuerpo del otro. Nuestras manos no se están quietas recorriendo todo aquello que ya conocían y que tanto han echado de menos. Nuestros labios se buscan, se encuentran y se vuelven a perder en la piel del otro. Le saboreo, le quiero devorar, pero intento hacerlo disfrutando de cada pedacito de él.
-Anna, te he necesitado todo este tiempo. -Intento quitarme la camiseta, pero con el agua de la lluvia se ha quedado pegada a mi cuerpo y no lo consigo hasta que Dani me ayuda para poder seguir besando mi cuello
-Antes de irte me dijiste que querías volver a ser sólo mi amigo. –Sé que no es momento de reproches, pero necesitaba decírselo. Al oírlo, se queda mirándome fijamente a los ojos y me aparta el flequillo que me gotea por la cara.
-La amistad puede convertirse en amor; pero nunca el amor en amistad. El día que dejes de quererme no sé qué será de mí, pero estoy seguro que no podré volver a verte como a una amiga. –Me quedo pensando en eso, en qué va a pasar después de esta noche. Ni siquiera sé si sigo enamorada de él, pero besos y más besos me distraen haciéndome viajar a ese rinconcito donde solamente estamos Dani y yo. Donde no importaba el dónde, el cuándo ni el cómo, sólo él y yo. Donde nos decíamos “Te quiero” en letras mayúsculas con el simple roce de nuestros cuerpos; aunque esta vez yo sólo digo “Te he echado de menos”. Esta vez, al fin y al cabo, es todo muy diferente.
A la mañana siguiente me despierto temprano y doy mil vueltas en la cama intentando poner todas mis ideas en orden, intentando aclarar mis sentimientos y redactando en mi mente el guión que tengo que decirle a Dani para no hacerle daño.
“Nos hemos dejado llevar y ya está”. “Ha sido un momento de bajón”. “Te echaba de menos y no he sabido reaccionar como debía”… No, no y no. Él no se merece tata frialdad. Tengo que decirle lo que siento tal y como me salgan las palabras cuando esté hablando con él, pero sigue dormido y cada segundo que pasa me pongo más nerviosa hasta que finalmente no me puedo contener más.
-Dani –Digo en voz baja mientras le doy toquecitos en el hombro. –Dani. –Digo esta segunda vez un poco más fuerte sin éxito alguno. -¡DANIEL! –Por fin abre los ojos despacio y sonríe.
-Buenos días.
-Dani, tenemos que hablar. –Apoyo mis manos en el colchón y me siento pegando la espalda al cabecero de la cama.
-Uy, qué mal suena eso… -Dice incorporándose e imitando también mi postura.
-Dani, yo… -Intento buscar las palabras más indicadas para no hacerle daño. –Lo de ayer no puede volver a repetirse. –Digo finalmente.
-¿Por qué, Anna? ¿A caso no me has echado de menos todo este tiempo tanto como yo a ti?
-No es eso.
-¿Entonces qué es? Te prometo que esta vez va a salir bien. Todas las relaciones pasan por crisis, Anna, pero luego se recuperan y yo no puedo estar sin ti. Te necesito. –Se me rompe el alma al oírle decir esas palabras, pero no puedo dejarme guiar por ellas. Tengo que ser fiel a lo que mi cabeza me dice y dejarle claro que esto ha llegado a su fin.
-Tú y yo no estamos hechos el uno para el otro, Dani. Somos incompatibles.
-Eso no es cierto, Anna. Si no quieres seguir con esto estás en todo tu derecho, pero no me vengas con excusas baratas que nadie creería. Tenle un poco de respeto a todo esto que hemos vivido y no me mientas a la cara.
-No tengo ninguna necesidad de mentirte. Si tanto me has echado de menos, haber contestado a mis llamadas o haber vuelto a consolarme cuando llamaba cada noche. –Digo alzando la voz enfadada y soltando todo aquello que no me había atrevido a decir antes. –Haber sido un hombre y haberte enfrentado al problema en lugar de irte sin avisar dejándome destrozada porque ni siquiera sabía si estarías pensando en mí.
-¿Que no sabías si estaba pensando en ti? –Se levanta de la cama también enfadado. –Pues yo sí sabía que estabas pensando en mí, Anna. Cada noche, cada día y en todo momento porque sé que me querías y sé que me quieres ahora. Que piensas en mí cuando te levantas deseando que esté aquí contigo para que te lleve el desayuno a la cama. Que piensas en mí cuando te duchas en ese baño donde tantas veces hemos hecho el amor. Que piensas en mí cada vez que sales de casa y ves la chaqueta que me dejé aquí la última vez. Que lo haces cuando sueñas y te despiertas decepcionada porque no es real. Que pensabas en mí esta noche cuando te mordía para no dejarte escapar y te encantaba porque en el fondo eso es lo que quieres, Anna. Quieres que no te deje escapar, que te insista una y otra vez hasta que no puedas aguantar más y acabes cediendo. Y lo quieras reconocer o no, todo esto que te estoy diciendo es tan solo una verdad que tú ya conoces pero te quieres ocultar a ti misma.
-¡Basta ya, Dani! –Digo interrumpiéndole. –Vete de casa y no te quiero volver a ver ¿Te ha quedado clarito ya?
-Como el agua.

-¡Pues ya estás tardando en coger tus cosas y desaparecer de mi vista!

jueves, 23 de enero de 2014

Capítulo 57. Se busca.

Son las tres de la mañana y nos despedimos con un poco de prisa porque estábamos pasándonoslo tan bien que se me ha hecho súper tarde. Flo insiste en llevarme a casa, pero yo le vuelvo a decir que no. Necesito sentir la lluvia sobre mi cabeza.
La calle está desierta, lo cual es bastante normal teniendo en cuenta que hace horas que no pare de llover. Aún así, yo camino relajada alzando mi cara, dejando que el agua cale por toda la ropa hasta llegar a mi cuerpo y sentir que me estoy renovando. Levanto los brazos y coloco mis palmas hacia arriba como si así pudiera coger la lluvia y dirigirla hacia mí. Giro sobre mí misma, salto sobre los charcos, canto e improviso mi propia coreografía. Aprovecho que nadie me mira y me comporto como una niña pequeña, sin problemas ni nada por lo que preocuparse. Simplemente siendo feliz.
Atraso todo lo que puedo el regreso a casa, pero finalmente llego a la calle Alcalá, donde empiezo ya a caminar normal por si algún vecino está asomado o algún paparazzi está intentando averiguar dónde he estado todo este tiempo. Avanzo ligera y con paso firme como lo haría cualquier otra persona bajo la lluvia, pero veo algo en el suelo que me obliga a frenar en seco ¿Qué hace aquí una foto mía? Me agacho y la cojo. Por suerte el agua no la ha destrozado mucho y se puede leer lo que pone:
“Se busca mi felicidad. La perdí hace meses y sé que pasa mucho por aquí. Si alguien la encuentra, pónganse en contacto conmigo a través de mi cuenta de Twitter: @danimartinezweb. Por favor, es muy importante para mí”
A medida que voy leyendo, me voy poniendo más nerviosa. Alzo la mirada y veo que todos los coches aparcados tienen uno de estos papeles colocados en el parabrisas ¿Qué quiere decir esto? ¿Dani ha estado aquí? ¿A qué viene esto después de tanto tiempo? ¿Por qué ahora? Cada una de mis dudas se van convirtiendo en lágrimas que caen por mis mejillas y me presionan en el pecho agitando mi respiración ¿Y si no es Dani? ¿Y si es algún gracioso que sólo quiere hacer daño? Corro hacia el coche que tengo más cerca y cojo la foto. Luego voy al siguiente y hago lo mismo; y así coche por coche me voy deshaciendo de todos los folletos para que nadie pueda verlos. No quiero que esta broma pesada pase a mayores, aunque en mi interior sé que lo hago por la rabia que me ha producido volver a pensar en él, en por qué no da señales de vida… En por qué se ha olvidado tan pronto de mí que ya ni necesita ni saber cómo estoy.
Sigo recorriendo la calle a toda prisa mientras los papeles se van deshaciendo en mi mano a causa de la lluvia que no para de caer, hasta que un poco más al fondo, en la oscuridad de la noche, veo de espaldas al que está colocando todos los folletos y corro hacia él en busca de explicaciones. Cuando le alcanzo, coloco mi mano en su hombro y hago que gire para que dé la cara.
-¿Se puede saber qué estás haciendo con todo esto? –Cuando gira me quedo paralizada. Esto no puede estar pasando. No puede ser él.
-Anna…
-Es muy tarde. Me tengo que ir a casa. –Digo mientras me doy la vuelta y comienzo a caminar intentando huir de allí.
-¡Anna! –Me coge del brazo haciéndome parar.
-Dani, por favor… -No puedo mirarle a la cara. No sé qué me pasa pero no puedo seguir aquí delante de él.
-Necesito hablar contigo. –Cuando me dice esto no puedo evitar soltar toda la rabia que tenía acumulada.
-¿Que necesitas hablar conmigo? ¿Después de meses sin una sola llamada, ni un whatsapp ni nada, ahora necesitas hablar conmigo? ¡Vete a la mierda, Dani! –Intento irme otra vez, pero me agarra el brazo un poco más fuerte. -¿Y a qué viene el numerito de repartir folletos con mi foto?
-Quería que supieras que te estaba buscando.
-¿Sabes cómo lo habría sabido? Si me lo hubieras dicho directamente, pero no puedes estar desaparecido durante meses y querer que ahora te escuche.
-Sé que no lo he hecho bien, pero…
-No me dejaste explicarme, Dani. –Digo interrumpiéndole. –Te fuiste sin decir nada, sin despedirte de nadie.
-Necesitaba hacerlo.
-Y yo te necesitaba a ti ¿Es que no lo entiendes? Necesitaba al menos pedirte perdón por lo egoísta que había sido contigo. He estado meses deseando saber dónde estabas para poder decirte todo lo que tenía dentro y tú ni siquiera me contestabas a mis llamadas.
-Pero ahora estoy aquí y puedes decirme todo lo que quieras. –Dice mientras aprieta mis dos manos con fuerza.
-Creo que ahora eres tú quien debería dar explicaciones, Dani. Ni si quiera sé dónde has estado todo este tiempo.
-En Toulouse.
-¿Cómo? –Digo sin ser capaz de creer lo que me está diciendo.
-Después de hablar contigo en casa de Flo estuve varios días hecho polvo por haberte hablado así. Yo no quería que lo nuestro terminara, Anna, pero me sentía muy dolido.  Te habías estado comportando como si yo no tuviera sentimientos y lo último que quería era volver a esa misma situación, así que cogí mis maletas y compré un billete de tren para irme a León y alejarme de ti; pero cuanto más me alejaba de Madrid, más destrozado estaba. Lo único que se me ocurrió fue volver a Toulouse y vivir sin ti, pero al menos con tu recuerdo.
-¿Entonces has estado allí todo este tiempo? –Toulouse era el último sitio en el que habría pensado que podría estar Dani.
-Bueno, llegué aquí a Madrid hace cuatro días, pero hasta ahora no había tenido el valor de pasar por esta calle.
-Son las tres y media de la mañana… ¿A qué has venido?
-No lo sé… No esperaba encontrarte aquí tan tarde y la verdad es que no sé muy bien lo que quiero. Sólo sé que necesitaba saber de ti.

-¿Y ahora qué?

martes, 21 de enero de 2014

Capítulo 56. Lluvia

Ya han pasado los meses. Ha pasado el 2013. Han pasado tantas cosas y no ha pasado nada al mismo tiempo. Sigo sin tener noticias de Dani. Nadie sabe nada de él, ni yo, ni el equipo, ni sus amigos, ni su familia… Por suerte llama a sus padres una vez a la semana para decir que está bien y Meri me whatsappea corriendo para contármelo. Les cuenta que necesita estar solo y que está aprendiendo mucho de sí mismo, pero nada más. Ni siquiera dice dónde está y por su casa hace tiempo que no pasa nadie.
Yo a veces doy un paseo hasta allí y me siento en el banco que hay justo en la acera de enfrente del portal intentando reunir el valor suficiente para quitarme la alianza que me regaló aquella noche en Toulouse y poder acabar así con todo esto, pero no soy capaz.
Los domingos por la noche veo Aída mientras sonrío como una tonta y poco a poco voy acostumbrándome a esto, como si echarle de menos fuera algo tan normal como respirar o comer.
Mi familia sabe que ya no estamos juntos, pero desde aquello no he vuelto a ir por Mollet. Me apetece mucho verles, pero me cuesta salir de casa y les pongo la excusa de que tengo mucho trabajo, aunque yo sé que algo sospechan. Incluso mi madre estuvo a punto de venir un fin de semana a Madrid… Por suerte conseguí convencerla de que no lo hiciera.
Ya no tuiteo porque cada vez que lo hago me preguntan por él y en El Hormiguero hay semanas que no salgo porque los días que me toca no tengo fuerzas ni para levantarme de la cama. Conseguí presentar las uvas porque Paula Vázquez me convenció y al menos esos días de preparación conseguí pensar menos en Dani. No sabe cuánto le agradezco que se presentara en mi casa y me convenciera para aceptar.
Flo me llama cada tarde para preguntarme cómo estoy, me hace reír y me invita a cenar a su casa, pero yo nunca acepto. Allí fue donde vi a Dani por última vez y no quiero volver a revivirlo todo, no podría soportarlo. O al menos hasta ahora porque esta tarde le he dicho a Flo que sí, que tengo ganas de verle. Ya hace mucho tiempo de todo eso y es hora de vuelva a hacer mi vida normal. Aunque no deje de pensar en él, aunque me duela cada vez que escuche su nombre, tengo que volver a relacionarme con la gente, salir, disfrutar de mis amigos, mi familia… Es hora de hacerle caso a Flo y recordar que la vida hay que vivirla porque sólo son two days y hoy quiero que me vea con la mejor de mis sonrisas.
Me pongo mis vaqueros claros, una camiseta de manga larga negra y encima el jersey de rayas blancas y azul marino. Me siento en la cama cojo las converses y me las pongo, aunque no puedo evitar acordarme de él una vez más al hacerlo.
Me maquillo un poco, lo justo para quitarme las ojeras y darle un poco de color a mi cara y me recojo el pelo en un moño alto para no tener que arreglármelo mucho.
Meto el móvil en el bolso, seguido de un paquete de pañuelos, las gafas de sol, la cartera, el tabaco, el mechero, el paraguas y las llaves y me dirijo a la entrada. Cojo del perchero la chaqueta que se dejó aquí Dani, me la pongo y me miro al espejo imaginándome que va a salir de casa conmigo. Todavía huele a él a pesar de que me la pongo cada vez que salgo a hacer cualquier recado o a trabajar, más que nada porque no salgo para otra cosa. Siempre que vuelvo de la calle la coloco otra vez en el mismo  asa en la que él la dejó y así es como si nunca se hubiera ido, o al menos eso es lo que a mí me gusta pensar.
Por un momento cojo las llaves del coche, pero luego decido que me apetece dar un paseo, respirar el aire de la calle sin prisas y plantearme qué puedo hacer para obligarme a salir de casa más a menudo, así que vuelvo a dejar las llaves en su sitio y salgo de casa confiando en que hoy, después de mucho tiempo, va a ser un buen día.
Cuando salgo del edificio veo cómo unas nubes grises tapan el poco sol que queda de este día, pero no me importa. Siempre me ha encantado ver llover, aunque me gusta hacerlo desde casa, tapada con una mantita y con un gran tazón de chocolate caliente que me ayude a no pasar frío. De cualquier forma, he sido precavida y traigo el paraguas en el bolso… Quizás necesito que llueva, que caiga agua del cielo para poder limpiar lo que queda de Dani en mi corazón. Quizás necesito correr con esa risa nerviosa que te entra cuando llueve y no tienes dónde refugiarte para poder así darme cuenta de que incluso un día gris puede hacerte reír. Quizás sea hoy el día en el que una simple lluvia lo cambie todo.
En más o menos media hora, llego a casa de Flo sin que una sola gota de agua mojara mi cara, pero no me importa. Sé que hoy tiene que llover sea como sea. Llamo al timbre y me pongo nerviosa esperando a que abra. Tengo tantas ganas de verle que no paro de llamar hasta que abre.
-¡Anna! ¡Ya pensé que no venías! –Dice bromeando. Yo me lanzo a él y le abrazó con todas mis fuerzas.
-¡Flo! ¡Te he echado de menos!
-Yo a ti también, Simonix. –Me abraza también y me da un beso en la mejilla. -Pasa, pasa. Estamos solos.
-Qué guapo te veo, Flo
-Siempre que pasas un tiempo sin verme me dices lo mismo. –Sonríe.
-Porque es la verdad. –Le pellizco las mejillas y me río. -¡Qué blandito eres, padre!
-Anna, me alegro de que por fin vuelvas a estar tan… así.
-¿Tan así cómo?
-Tan Anna Simon.
-Yo me alegro de haber podido contar contigo todo este tiempo. De verdad que no sabes cuánto te lo agradezco.
-No te preocupes, ya sabes que por mi niña, lo que sea. –Cierra la puerta y me dirige hacia el fondo de la casa colocando su mano en mi espalda. –Ven, que te enseño lo que llevo escrito hasta ahora para el libro ¿Tú cómo lo llevas?
-La verdad es que como todo este tiempo casi no he salido de casa le he podido dedicar bastante tiempo. Incluso tengo otro proyecto entre manos que no es del todo que salga bien, pero estoy muy ilusionada.
-¿Un proyecto? ¿Y eso? –Sonríe incrédulo
-No te lo puedo decir, que se gafa.
Pasamos la tarde recordando anécdotas y hablando de todo un poco. Reímos por todo y cuando llega la noche, pedimos comida china. Yo como siempre como con los palillos y Flo lo intenta intentando hacerse el interesante, pero no consigue llevarse nada a la boca, hasta que por fin decide usas cubiertos.
De repente, se escucha cómo fuera empiezan a caer algunas gotas, que poco a poco se van siendo cada vez más hasta desembocar en una tormenta de las de película.
-¿Has traído coche? –Pregunta Flo mientras moja el arroz en salsa agridulce.
-Vine andando.
-Entonces yo te acerco luego, que si no te vas a poner empapada.
-No, Flo.
-¿No?

-Me apetece caminar bajo la lluvia.

lunes, 13 de enero de 2014

Capítulo 55. Bienvenida de nuevo.

-Lo he estropeado todo, Flo. –Digo entre lágrimas sin dejar de abrazarle con fuerza como si él fuese lo único que me pudiera salvar de este momento tan horrible. –Lo tenía todo y no he sabido cuidarlo.
-Tranquilízate, Anna. –Él también me abraza con fuerza haciéndome sentir protegida. -¿Qué ha pasado?
-Dani. –Es lo único que consigo decir, pero Flo me entiende al instante y suspira. –Lo siento.
-No tienes la culpa, Anna. No es algo que pudieras controlar, era algo que todos sabíamos que pasaría algún día y ha pasado. Y por el motivo que sea, no ha salido bien.
-Yo lo he estropeado. –Digo otra vez. Flo me seca las lágrimas y me sonríe.
-¿Quieres contarme qué ha pasado? –Yo asiento con la cabeza y Flo coloca su mano en mi espalda para guiarme hasta el sillón donde estaba sentado Dani hace tan solo unos minutos. Me siento y él hace lo mismo en el sofá que hay justo al lado, coge la cerveza y me la ofrece. –Toma, ya me quedo yo con el ron cola que sé que no te gusta. –Yo tengo el estómago cerrado y un nudo en la garganta que no me deja casi ni respirar, pero quizás bebiendo algo consiga relajarme un poco.
-No sé por dónde empezar. –Digo intentando controlar la respiración inútilmente.
-Puedes empezar por el principio.
-Es que… no sé cómo hacerlo. No me salen las palabras, Flo… Mi mundo acaba de derrumbarse y ni siquiera tengo la oportunidad de volver a construirlo.
-Annita, entiendo que quieras mucho a Dani, pero no puedes haber construido todo tu mundo en unas semanas. No te aferres sólo a eso.
-Esto no viene de hace unas semanas… -Suspiro y por primera vez lo reconozco en voz alta. Me lo reconozco a mí misma. –Creo que llevo enamorada de Dani desde que le conocí. Lo que estaba viviendo ahora era la felicidad día a día, cualquier problema que tuviera se solucionaba pensando que Dani me llamaría, que vendría a verme… Incluso me gustaba ese juego que teníamos de mandarnos mensajes por las redes sociales sin dejar del todo claro que estábamos juntos.
-Todo eso es muy bonito, Anna, pero tienes que comprender que ya esa etapa ha pasado. Has disfrutado de él todo lo que has podido y ahora tienes que saber esperar todo lo bueno que te queda por venir.
-¿Y qué va a pasar con Dani ahora?
-Él también tendrá que superarlo, pero es lo mejor para todos, Anna.
-No es lo mejor, Flo. Yo necesito hablar con él aunque sea sólo una vez. Necesito decirle que le quiero.
-No lo hagas más difícil, Anna. –Veo en sus ojos que a él también le duele tener que decir esto, pero hace porque es lo correcto. –Dani también lo está pasando mal y necesita su espacio.
-¿Te lo ha contado?
-Yo me acabo de enterar de esto, pero no hace falta que me contéis nada. Os conozco y con sólo veros sé que estáis pasando por un mal momento.
-¿Y cómo le has visto a él? –Necesito que me diga algo, saber cómo está.
-Anna, esto no es bueno para ti.
-Por favor, Flo. Dime cómo está y no te vuelvo a preguntar más por él.
-Anna…
-Por favor.
-Ha llegado aquí intentando disimular y cuando le he preguntado por ti me ha dicho que estaba muy enamorado, pero no ha querido hablar más y ha cambiado de tema. Luego hemos estado hablando de nuestras cosas, pero estaba bastante ido, como si no estuviera prestando atención. Después has llegado tú y ya sabes el resto.
-Ojalá esto no hubiera sido así…
-Vamos, Anna. Deja de querer pasarlo mal.
-Yo no quiero pasarlo mal. –Digo sin entender por qué me dice eso.
-Entonces no te lamentes más y sigue adelante con tu vida. Me tienes a mí, tienes al resto del equipo, a tus padres… Vete a Mollet unos días y desconecta de todo. Diviértete con tus amigos y emborráchate un día si te apetece. Vive la vida y quédate con lo bueno, Anna. Esa es la filosofía de Tonterías las Justas.
-Tienes razón, padre. Muchas gracias. –Me levanto y le doy un abrazo. –Cuida también de Dani ¿Vale?
-Quédate tranquila que está en buenas manos.
-Bueno… supongo que esto se acabó…

-No se ha acabado Anna. Dani y tú siempre seréis buenos amigos. Sólo necesitáis tiempo para volver a lo de siempre. –Las palabras de Flo me tranquilizan un poco, pero aún así no es esto lo que yo quiero. No quiero que salgamos a tomar algo con el resto del equipo y cada vez que nos miremos recordemos lo que pudo ser y no fue. Y tampoco quiero fingir que estamos bien porque una vez que sé lo que es estar con Dani, todo lo demás me sabe a poco. De cualquier forma, no quiero preocupar más a Flo, de modo que me voy a mi casa con la promesa de que nos veremos pronto y en cuento llego me tumbo en el sofá, me tapo con la manta y enciendo la tele. Bienvenida de nuevo a la antigua Anna.

sábado, 11 de enero de 2014

Capítulo 54. No sabes cuánto

Me quito la poca mermelada que quedaba sobre mi cabeza, me seco y me visto lo más cómoda posible. Me recojo el pelo en una coleta alta y ni siquiera me maquillo, sólo quiero pedirle perdón. Pedirle perdón por haber sido tan egoísta y no darme cuenta de que él también lo estaba pasando mal, que no sólo a mí me importa lo que piense Flo y a pesar de eso ha intentado ser fuerte para que yo no me derrumbara.
Salgo de casa, cierro la puerta y meto las llaves en el bolso. Justo antes de salir del portal me pongo las gafas de sol por si a algún paparazzi se le ocurre hacer un reportaje sobre lo hinchados que están mis ojos y camino hasta mi coche sin apartar la vista de las ruedas. No me interesa lo que pase a mi alrededor, ahora sólo quiero llegar a casa de Dani lo antes posible. Cuando estoy ya dentro sentada, dejo el bolso en el asiento del copiloto y arranco. A medida que voy recorriendo kilómetros, acelero un poco más para acabar con esta agonía de no saber cómo reaccionará Dani cuando le admita que he sido una completa estúpida.
Por fin llego a su casa y aparco casi en la acera, pero es que no puedo perder tiempo buscando un hueco libre. El portero me reconoce en cuanto me ve y me deja pasar, pero cuando estoy frente a la puerta de Dani ya no es todo tan fácil. Llamo al timbre una y otra vez, pero nadie responde al otro lado de la puerta. Cada vez pulso más rápido y aunque ya sé que no me va a abrir, no puedo parar de llamar descargando así mi rabia. No estoy enfadada con él, sino conmigo. He tenido que esperar a que esto pasara para darme cuenta de que Dani también se merece su tiempo para desahogarse, que para él todo esto es tan difícil como lo es para mí.
Finalmente desisto y dejo de llamar, pero me quedo unos segundos apoyando la frente en la puerta hasta que me calmo y mis lágrimas dejan de caer o al menos no lo hacen con tanta fuerza. Me vuelvo a colocar las gafas y bajo por las escaleras. Me despido del portero con un simple movimiento de cabeza ya que no me salen las palabras y me vuelvo a montar en el coche. No sé a dónde voy, no sé qué va a pasar con Dani, no sé qué voy a hacer con mi vida a partir de ahora. Simplemente conduzco por Madrid sin parar de llorar hasta que me doy cuenta de que estoy yendo a casa de Flo. Quizás sea por eso que decimos siempre de que somos padre e hija pero el hecho de pensar que me va a dar un abrazo de los suyos me reconforta y hace que me tranquilice un poco.
Aparco, salgo del coche y me vuelvo a poner las gafas. Empiezo caminando despacio intentando mantener mi respiración a un ritmo pausado, pero a medida que voy dando pasos me doy cuenta de que cada vez voy más rápido y que necesito a Flo cuanto antes.
Llamo al timbre un par de veces y segundos más tarde la puerta se abre.
-¡Hola Annita! ¡No me dijo Dani que venías! –Me da dos besos y se echa a un lado para dejarme pasar ¿Por qué tendría Dani que decirle nada? –Pasa, pasa. Estamos en la salita hablando de nuestras cosas. -¿Qué? ¿Estamos? ¿Quiénes? Mis dudas se resuelven en cuanto entro en la habitación y le veo sentado mirando al suelo.
-Hola. –Digo tan bajito que casi dudo de si se ha enterado o no. Me mira y alza un poco la cabeza a modo de saludo. Flo se para detrás de mí y coloca sus manos en mis hombros.
-Bueno, parejita, tenemos una conversación pendiente ¿No? Voy a por unas cervezas y ahora vuelvo.
-Yo no quiero nada, Flo, gracias. –Contesto todavía casi sin voz.
-Yo prefiero ron con Cocacola ¿Tienes?
-¿A estas horas? –Contesta Flo tan asombrado como yo.
-A veces el alcohol es lo que menos daño te hace. –Dice mirándome con sus ojos cargados de ira.
-Ya viene Dani filosófico. –Dice Flo mientras desaparece por el pasillo creyéndose que está de broma.
-Dani ¿Podemos hablar un momento?
-¿De qué?
-De lo nuestro.
-¿De lo nuestro cuando? ¿Cuándo somos novios, cuando no lo somos? ¿En qué punto decide ahora la señorita que quiere estar?
-Dani, no seas así, por favor.
-No tengo nada que hablar contigo, Anna. Ya hemos destrozado la amistad que teníamos y no quiero romper el buen rollo que hay en todo el equipo, así que cada uno por su lado y aquí no ha pasado nada.
-No puedo fingir que no te quiero, Dani. –Digo mientras camino hacia él y me siento en el reposabrazos del sillón donde está sentado, pero en cuanto ve que me estoy sentando se levanta tan rápido que parece que no quisiera ni rozarme. –Dani, por favor.
-Se acabó, Anna. Entiéndelo y no te arrastres más ¿A qué has venido?
-No lo sé. Fui a tu casa y como no me abrías empecé a conducir hasta que acabé aquí.
-Está bien ¿Te vas tú o me voy yo?
-Dani, por favor. Dame solo cinco minutos aunque sea y aclaremos todo esto. –Me levanto y me vuelvo a acercar a él con la esperanza de que esta vez esté algo más receptivo, pero se aparta de nuevo y lo hace mirándome a los ojos a sabiendas de que me hace daño. –Déjame al menos pedirte perdón.
-No quiero que me pidas perdón ni quiero que me digas nada, Anna. No estoy enfadado contigo si es eso lo que te preocupa. Lo hemos intentado y no hemos sabido cómo hacerlo… Ahora déjame al menos que me acostumbre a estar sin ti y quizás luego podamos volver a ser amigos. Necesito que me des tiempo, por favor. –Oírle decir eso hace que el corazón me duela mucho más, que todo me dé vueltas y no puedo hacer más que quedarme en silencio suplicando que todo esto sea sólo un mal sueño.
-¡Ya llega aquí el camarero! –Dice Flo entrando por la puerta con una cerveza en la mano y un ron con Cocacola en la otra.
-Lo siento, Flo, pero me acaba de llamar Chuspy y me tengo que ir ya ¡Nos queda pendiente una tarde de charla, eh!
-¿Ya? ¿Ha pasado algo?
-No, no te preocupes. Cosas del espectáculo.
-Bueno, espero verte pronto, Martínez.
-¡Eso dalo por hecho! –Mientras tanto, yo me limito a observar cómo Dani se despide de Flo como si esta conversación que acabamos de tener nunca hubiera llegado a pasar y en cuanto oigo que se cierra la puerta que da a la calle, me invade una sensación de soledad que nunca antes había experimentado. A pesar de tener a Flo a mi lado, de estar hablándome, yo no le escucho. Para mí ya no hay nada a mi alrededor más que oscuridad y desolación.
-¿Anna? ¿Estás bien? –Se acerca a mí apoya su mano en mi hombro.
-Sí, creo que sí.
-¿Quieres contarme algo?
-No, tranquilo ¿Qué me estabas diciendo que no me he enterado?
-Decía que no teníais que haberos cortado tanto porque yo estuviera delante, Anna. Que yo no estoy en contra de lo vuestro siempre y cuando sepáis llevarlo. No quiero que vuestros problemas afecten al equipo y mucho menos que os hagáis daño el uno al otro. Me entiendes ¿No?
-No sabes cuánto. –Y sin ni siquiera saber qué me pasa, Flo me da un abrazo que me hace romper a llorar de nuevo.

-Sea lo que sea, seguro que tiene arreglo, Anna.